LA NUEVA ENCÍCLICA PAPAL
Por Ricardo Petraglia*
La lectura de la nueva encíclica “Caritas in veritate” del Papa Benedicto XVI, dada a luz después de cuatro años de elaboración y que fuera publicada días pasados en L’Osservatore Romano, obliga a reconocer su capacidad para anticipar la actual crisis mundial, con su exhortación a regular los mecanismos del mercado; propiciando la aplicación de valores cristianos y universales, como la ética y la solidaridad en el manejo de una economía, la que debe estar al servicio de un desarrollo integral de las sociedades, poniendo como eje central a los hombres que las conforman.
A 42 años de la inolvidable “Populorum progressio”, se le rinde un merecido homenaje y actualización a la obra de Paulo VI, quien involucrando la Iglesia en el centro de las preocupaciones más trascendentes de la humanidad, afirmó la necesidad ecuménica del desarrollo de todos los pueblos, especialmente aquellos aquejados por problemas de pobreza y debilidades estructurales, superando ideologías enquistadas en los centro del poder, que ataban los destinos de los pueblos subdesarrollados a la simple libertad de mercados, al asignar un papel central, aunque, desde luego, no exclusivo, a los “poderes públicos”.
Expresiones como que “el términoquiso indicar ante todo el objetivo de que los pueblos salieran del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo”; que “las situaciones de subdesarrollo … no son fruto de la casualidad o de una necesidad histórica, sino que dependen de la responsabilidad humana”; que “además de la libertad, el desarrollo humano integral como vocación exige también que se respete a la verdad”; que “no basta progresar sólo desde el punto de vista económico y tecnológico”, ya que “el desarrollo necesita ser ante todo auténtico e integral y que “el salir del atraso económico, algo en sí mismo positivo, no soluciona la problemática compleja de la promoción del hombre”, cobran una renovada actualidad en la refrescada voz de la Iglesia.
Esa visión, también anticipatoria de los fenómenos de la globalización, de la que ahora se afirma que “no es a priori ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Debemos ser sus protagonistas, no sus víctimas ”, nos marca un camino y, a la vez, invita a soslayar las ideologías absolutistas, de signo a veces opuesto -pero siempre simplistas y esquivas del análisis profundo de realidades complejas-, que se presentan como fáciles y estandarizadas soluciones para todos los países y conducen, inevitablemente, a nuevos fracasos que sumen a sus pueblos en la frustración y la desesperanza.
Como orgulloso desarrollista que soy, no puedo sustraerme de recordar que en el año 1966 Arturo Frondizi viajó a Italia donde dialogó extensamente con Paulo VI en audiencia privada sobre el tema de erradicar del planeta la miseria, el hambre y atender los problemas sociales enfocados a la luz de un dinámico desarrollo económico. En esa oportunidad y en vista de las coincidencias con el Santo Padre este invitó a Frondizi a trasladarse a la isla de Cerdeña, donde permaneció una semana para participar en las deliberaciones con los delegados del Vaticano que estaban abocados a redactar la Encíclica que luego se promulgó bajo la consigna “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.
Tampoco resisto la tentación de traer a la memoria una de las tantas premoniciones de Frondizi, pronunciada mucho antes de la aparición de la “Populorum progressio”. El 1 de mayo de 1958, al asumir la Presidencia de la Nación expresó en referencia a la Argentina y toda Latinoamérica, que su objetivo dominante era “impulsar el desarrollo económico nacional sobre un fundamento de justicia social y de absoluta vida moral, enfatizando “cuando hay miseria y atraso en un país, no sólo sucumbe la libertad y la democracia sino que corre peligro la propia soberanía nacional”, reclamando la convivencia civilizada al resaltar que, “Por encima de los partidos políticos está la unidad de los objetivos nacionales” o -en una olvidada lección de ética-, destacar que ya no representaba a ningún un partido político, porque era “el presidente de todos los argentinos”.
Volviendo a la nueva encíclica de Benedicto XVI, creo que su lectura –y relectura- depara múltiples enseñanzas y espacios de reflexión (como la defensa del progreso tecnológico, amigable con el medio ambiente, respetuoso del hombre actual y de las generaciones venideras; la preparación profesional y la coherencia moral de los gobernantes, etc.), cuyo tratamiento dejo a los especialistas, pero estoy seguro que lo dicho basta para demostrar la importancia que la Iglesia concede a problemas de dramática actualidad –¿acaso no lo son la mentira de los números del INDEC, la corrupción confirmada de algunos y sospechada de muchos de nuestros gobernantes, o la falta de un plan de desarrollo?-, que los argentinos conocemos bien, de momento que los venimos soportando –estoicamente- desde hace ya demasiado tiempo.
Por Ricardo Petraglia*
La lectura de la nueva encíclica “Caritas in veritate” del Papa Benedicto XVI, dada a luz después de cuatro años de elaboración y que fuera publicada días pasados en L’Osservatore Romano, obliga a reconocer su capacidad para anticipar la actual crisis mundial, con su exhortación a regular los mecanismos del mercado; propiciando la aplicación de valores cristianos y universales, como la ética y la solidaridad en el manejo de una economía, la que debe estar al servicio de un desarrollo integral de las sociedades, poniendo como eje central a los hombres que las conforman.
A 42 años de la inolvidable “Populorum progressio”, se le rinde un merecido homenaje y actualización a la obra de Paulo VI, quien involucrando la Iglesia en el centro de las preocupaciones más trascendentes de la humanidad, afirmó la necesidad ecuménica del desarrollo de todos los pueblos, especialmente aquellos aquejados por problemas de pobreza y debilidades estructurales, superando ideologías enquistadas en los centro del poder, que ataban los destinos de los pueblos subdesarrollados a la simple libertad de mercados, al asignar un papel central, aunque, desde luego, no exclusivo, a los “poderes públicos”.
Expresiones como que “el término
Esa visión, también anticipatoria de los fenómenos de la globalización, de la que ahora se afirma que “no es a priori ni buena ni mala. Será lo que la gente haga de ella. Debemos ser sus protagonistas, no sus víctimas ”, nos marca un camino y, a la vez, invita a soslayar las ideologías absolutistas, de signo a veces opuesto -pero siempre simplistas y esquivas del análisis profundo de realidades complejas-, que se presentan como fáciles y estandarizadas soluciones para todos los países y conducen, inevitablemente, a nuevos fracasos que sumen a sus pueblos en la frustración y la desesperanza.
Como orgulloso desarrollista que soy, no puedo sustraerme de recordar que en el año 1966 Arturo Frondizi viajó a Italia donde dialogó extensamente con Paulo VI en audiencia privada sobre el tema de erradicar del planeta la miseria, el hambre y atender los problemas sociales enfocados a la luz de un dinámico desarrollo económico. En esa oportunidad y en vista de las coincidencias con el Santo Padre este invitó a Frondizi a trasladarse a la isla de Cerdeña, donde permaneció una semana para participar en las deliberaciones con los delegados del Vaticano que estaban abocados a redactar la Encíclica que luego se promulgó bajo la consigna “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.
Tampoco resisto la tentación de traer a la memoria una de las tantas premoniciones de Frondizi, pronunciada mucho antes de la aparición de la “Populorum progressio”. El 1 de mayo de 1958, al asumir la Presidencia de la Nación expresó en referencia a la Argentina y toda Latinoamérica, que su objetivo dominante era “impulsar el desarrollo económico nacional sobre un fundamento de justicia social y de absoluta vida moral, enfatizando “cuando hay miseria y atraso en un país, no sólo sucumbe la libertad y la democracia sino que corre peligro la propia soberanía nacional”, reclamando la convivencia civilizada al resaltar que, “Por encima de los partidos políticos está la unidad de los objetivos nacionales” o -en una olvidada lección de ética-, destacar que ya no representaba a ningún un partido político, porque era “el presidente de todos los argentinos”.
Volviendo a la nueva encíclica de Benedicto XVI, creo que su lectura –y relectura- depara múltiples enseñanzas y espacios de reflexión (como la defensa del progreso tecnológico, amigable con el medio ambiente, respetuoso del hombre actual y de las generaciones venideras; la preparación profesional y la coherencia moral de los gobernantes, etc.), cuyo tratamiento dejo a los especialistas, pero estoy seguro que lo dicho basta para demostrar la importancia que la Iglesia concede a problemas de dramática actualidad –¿acaso no lo son la mentira de los números del INDEC, la corrupción confirmada de algunos y sospechada de muchos de nuestros gobernantes, o la falta de un plan de desarrollo?-, que los argentinos conocemos bien, de momento que los venimos soportando –estoicamente- desde hace ya demasiado tiempo.
*Concejal de la ciudad de Junín. Bloque del Movimiento de Integración y Desarrollo.
El texto completo de la encíclica de Benedicto XVI puede consultarse haciendo click aquí.
El texto completo de la encíclica de Benedicto XVI puede consultarse haciendo click aquí.
0 comentarios: on "CARITAS IN VERITATE"
Publicar un comentario