Todos los países serios cuentan con amplia conciencia territorial, al menos en sus sectores dirigentes. No hay que ir lejos para saberlo. Brasil la tiene.
Desde el regreso de la democracia a nuestros países en los ochenta, Brasil ha estado trasladando tropas apostadas en su frontera sur hacia el sector occidental de su territorio. La región amazónica es claramente una gran hipótesis de conflicto que el Brasil no desconoce. Por ello, envía oficiales a entrenarse a Vietnam en guerra en la jungla, en consonancia con sus prioridades estratégicas. También mantiene una gran cantidad de plataformas petroleras off-shore, siendo uno de los países líderes en la producción de las mismas. Por tanto, un porcentaje de los ingresos de la firma estatal Petrobras se destina al presupuesto de la Armada del Brasil, institución responsable de salvaguardar la soberanía de su amplísimo litoral marítimo.
Desde el Atlántico Sur, Brasil procura proyectarse como garante, junto con la rica Sudáfrica de un espacio de seguridad marítima que nuestro país también integra, la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS), entre naciones sudamericanas y africanas con presencia marítima regional. Como parte de su estrategia de país-continente, Brasil anunció ya su proyecto de desarrollar tres submarinos nucleares. No casualmente el año 2008 lo tuvo - de acuerdo con datos del Centro Unión Nueva Mayoría – como el país con el mayor presupuesto militar de la región, superando a Colombia.
Couto e Silva, Travassos, Castro, Meira Mattos…Brasil ha dado destacados geopolíticos. La titánica fundación de Brasilia hacia mediados del siglo pasado y su elección como capital, constituyó a la par que un deseo de modernización, un mensaje de su impulso geopolítico de avance en la línea este-oeste, hacia su región más vulnerable.
¿Qué sucede en Argentina?
Los últimos años, con cifras de crecimiento demográfico mundial en marcado ascenso frente a recursos naturales decrecientes (agua, alimentos, energía) han dado lugar a nuevas “teorías” tendientes a justificar el control sobre espacios geográficos poco poblados. Múltiples papers norteamericanos comenzaron a mencionar la “Doctrina de los Estados fallidos”, por la cual Estados Unidos podría arrogarse la responsabilidad de intervenir en aquellos países que no pudieren garantizar el control soberano sobre todo o parte de su territorio. (Un ejemplo de esto podría ser Colombia). Este tipo de planteos se repiten en cuestiones relativas a la “protección ambiental”. No es inocente que aparezcan estos planteos sobre “soberanías limitadas” y se mencionen propuestas de “internacionalizar” el pulmón del mundo. Brasil lo sabe y es por eso que tiene en el Amazonas un área prioritaria.
Lo anteriormente mencionado no es fruto de la imaginación descarriada de algún novelista, sino algo más concreto. Durante la gestión de Duhalde, muchos lectores recordarán las palabras del conocido economista Rudiger Dornbush (sí, el autor de ese manual de Economía con el que muchos habrán estudiado), quien propuso que la economía argentina post-crisis estuviera administrada por un “comité de notables” del ámbito internacional (para asegurar el pago de las obligaciones contraídas, claro está).
En la Argentina de los años noventa, un sector no menor del reducidísimo ámbito académico vinculado con los estudios estratégicos, fue cooptado por la visión neoliberal de una globalización benigna, desprovista de hipótesis de conflicto de índole territorial. (Recordemos, de paso, que la ley de Defensa de Alfonsín prohibía a nuestras Fuerzas Armadas el análisis de “hipótesis de conflicto", por cuanto los militares a lo sumo podían hacer estudios prospectivos refiriéndose a países vecinos sin nombrarlos, por ejemplo adjudicándoles un color).
En los años noventa - decíamos – primaba aquí la visión de una nueva economía vinculada a los servicios y la especulación financiera. No es extraño entonces que nuestra clase dirigente diera la espalda al territorio como factor de poder: la economía real, que al margen del grado de integración de su industria, está atada a un espacio dado no tenía relevancia.
En el discurso de poder de nuestra Cancillería, también perdía importancia el territorio: graciosamente se podía proponer la cesión de parte de los Hielos Continentales mediante el trazado de una antojadiza línea poligonal (no se veía al agua dulce como un recurso estratégico, claro). Tampoco se pensaba en un proyecto de construcción de un polo de poder a nivel regional (Argentina respondió al interés de Brasil en una banca permanente en representación de América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU, con una contrapropuesta de banca “rotativa", mostrando una fragmentación innecesaria de la región). Lejos de eso, nuestra diplomacia, con Carlos Escudé como principal teórico del “realismo periférico” (un peculiar realismo sin poder) nos embarcó en la sinrazón de solicitar a Estados Unidos un lugar como sus aliados extra-OTAN.
Algunos pasos han sido dados en Argentina con la formulación de una nueva ley de Defensa, la fusión de los centros de estudios estratégicos de las distintas Armas en uno solo y la fundación de una Escuela Superior de Guerra Conjunta, para formar en un mismo ámbito a los altos oficiales de las tres fuerzas. En el plano institucional, desde la cartera de Defensa, podemos decir que ha habido algunos avances dignos de mención.
No obstante, restan múltiples desafíos: integración geopolítica mediante la reestructuración ferroviaria, mayor presencia áerea y marítima, radarización del espacio aéreo y una mayor integración en planificación militar conjunta con la región desde la Junta Sudamericana de Defensa que de seguro liderará Brasil.
Son muy escasas las carreras universitarias que cuentan con alguna cátedra dedicada al estudio de la Geopolítica o la Defensa Nacional. No existen prácticamente ámbitos que promuevan el estudio de estos temas, ni a nivel de grado ni de posgrado. Menos aún si hablamos de universidades nacionales. Se debe, lamentablemente, a un preconcepto que vincula a la Geopolítica con el militarismo o con una visión expansionista trasnochada.
De seguro, habrá quienes saquen ventaja de este pensamiento antinacional que constituye un verdadero "boicot a la Geopolítica". Este boicot por parte del ámbito académico ha sido denunciado por Adolfo Koutoudjian, geógrafo y profesor de la UBA y de la Escuela de Defensa Nacional en el audio que se adjunta de su entrevista en FM Universidad (Rosario, 12-05-09). Recomendamos escuchar su opinión calificada sobre la materia.Escuchar audio aquí.
Desde el regreso de la democracia a nuestros países en los ochenta, Brasil ha estado trasladando tropas apostadas en su frontera sur hacia el sector occidental de su territorio. La región amazónica es claramente una gran hipótesis de conflicto que el Brasil no desconoce. Por ello, envía oficiales a entrenarse a Vietnam en guerra en la jungla, en consonancia con sus prioridades estratégicas. También mantiene una gran cantidad de plataformas petroleras off-shore, siendo uno de los países líderes en la producción de las mismas. Por tanto, un porcentaje de los ingresos de la firma estatal Petrobras se destina al presupuesto de la Armada del Brasil, institución responsable de salvaguardar la soberanía de su amplísimo litoral marítimo.
Desde el Atlántico Sur, Brasil procura proyectarse como garante, junto con la rica Sudáfrica de un espacio de seguridad marítima que nuestro país también integra, la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur (ZPCAS), entre naciones sudamericanas y africanas con presencia marítima regional. Como parte de su estrategia de país-continente, Brasil anunció ya su proyecto de desarrollar tres submarinos nucleares. No casualmente el año 2008 lo tuvo - de acuerdo con datos del Centro Unión Nueva Mayoría – como el país con el mayor presupuesto militar de la región, superando a Colombia.
Couto e Silva, Travassos, Castro, Meira Mattos…Brasil ha dado destacados geopolíticos. La titánica fundación de Brasilia hacia mediados del siglo pasado y su elección como capital, constituyó a la par que un deseo de modernización, un mensaje de su impulso geopolítico de avance en la línea este-oeste, hacia su región más vulnerable.
¿Qué sucede en Argentina?
Los últimos años, con cifras de crecimiento demográfico mundial en marcado ascenso frente a recursos naturales decrecientes (agua, alimentos, energía) han dado lugar a nuevas “teorías” tendientes a justificar el control sobre espacios geográficos poco poblados. Múltiples papers norteamericanos comenzaron a mencionar la “Doctrina de los Estados fallidos”, por la cual Estados Unidos podría arrogarse la responsabilidad de intervenir en aquellos países que no pudieren garantizar el control soberano sobre todo o parte de su territorio. (Un ejemplo de esto podría ser Colombia). Este tipo de planteos se repiten en cuestiones relativas a la “protección ambiental”. No es inocente que aparezcan estos planteos sobre “soberanías limitadas” y se mencionen propuestas de “internacionalizar” el pulmón del mundo. Brasil lo sabe y es por eso que tiene en el Amazonas un área prioritaria.
Lo anteriormente mencionado no es fruto de la imaginación descarriada de algún novelista, sino algo más concreto. Durante la gestión de Duhalde, muchos lectores recordarán las palabras del conocido economista Rudiger Dornbush (sí, el autor de ese manual de Economía con el que muchos habrán estudiado), quien propuso que la economía argentina post-crisis estuviera administrada por un “comité de notables” del ámbito internacional (para asegurar el pago de las obligaciones contraídas, claro está).
En la Argentina de los años noventa, un sector no menor del reducidísimo ámbito académico vinculado con los estudios estratégicos, fue cooptado por la visión neoliberal de una globalización benigna, desprovista de hipótesis de conflicto de índole territorial. (Recordemos, de paso, que la ley de Defensa de Alfonsín prohibía a nuestras Fuerzas Armadas el análisis de “hipótesis de conflicto", por cuanto los militares a lo sumo podían hacer estudios prospectivos refiriéndose a países vecinos sin nombrarlos, por ejemplo adjudicándoles un color).
En los años noventa - decíamos – primaba aquí la visión de una nueva economía vinculada a los servicios y la especulación financiera. No es extraño entonces que nuestra clase dirigente diera la espalda al territorio como factor de poder: la economía real, que al margen del grado de integración de su industria, está atada a un espacio dado no tenía relevancia.
En el discurso de poder de nuestra Cancillería, también perdía importancia el territorio: graciosamente se podía proponer la cesión de parte de los Hielos Continentales mediante el trazado de una antojadiza línea poligonal (no se veía al agua dulce como un recurso estratégico, claro). Tampoco se pensaba en un proyecto de construcción de un polo de poder a nivel regional (Argentina respondió al interés de Brasil en una banca permanente en representación de América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU, con una contrapropuesta de banca “rotativa", mostrando una fragmentación innecesaria de la región). Lejos de eso, nuestra diplomacia, con Carlos Escudé como principal teórico del “realismo periférico” (un peculiar realismo sin poder) nos embarcó en la sinrazón de solicitar a Estados Unidos un lugar como sus aliados extra-OTAN.
Algunos pasos han sido dados en Argentina con la formulación de una nueva ley de Defensa, la fusión de los centros de estudios estratégicos de las distintas Armas en uno solo y la fundación de una Escuela Superior de Guerra Conjunta, para formar en un mismo ámbito a los altos oficiales de las tres fuerzas. En el plano institucional, desde la cartera de Defensa, podemos decir que ha habido algunos avances dignos de mención.
No obstante, restan múltiples desafíos: integración geopolítica mediante la reestructuración ferroviaria, mayor presencia áerea y marítima, radarización del espacio aéreo y una mayor integración en planificación militar conjunta con la región desde la Junta Sudamericana de Defensa que de seguro liderará Brasil.
Son muy escasas las carreras universitarias que cuentan con alguna cátedra dedicada al estudio de la Geopolítica o la Defensa Nacional. No existen prácticamente ámbitos que promuevan el estudio de estos temas, ni a nivel de grado ni de posgrado. Menos aún si hablamos de universidades nacionales. Se debe, lamentablemente, a un preconcepto que vincula a la Geopolítica con el militarismo o con una visión expansionista trasnochada.
De seguro, habrá quienes saquen ventaja de este pensamiento antinacional que constituye un verdadero "boicot a la Geopolítica". Este boicot por parte del ámbito académico ha sido denunciado por Adolfo Koutoudjian, geógrafo y profesor de la UBA y de la Escuela de Defensa Nacional en el audio que se adjunta de su entrevista en FM Universidad (Rosario, 12-05-09). Recomendamos escuchar su opinión calificada sobre la materia.Escuchar audio aquí.
Nota de Federico Fernández Reigosa en www.portalcero.com.ar
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